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VIDA DE LA
SABIA DE CORIA
En la aldea alto extremeña de Guijo
de Coria (Cáceres), perteneciente a la comarca y diócesis de Coria, nació el
día 27 de marzo del año 1.616 María Ruano Gutiérrez.
Sus
padres, Pedro y Ana, labradores humildes y muy buenos cristianos eran un buen
arquetipo de la forma de ser del guijeño: austeros, de recio temple, personas
de mucho honor, muy trabajadores, sacrificados por el bien y la educación de
sus hijos y apegados a las tradiciones y costumbres de su pueblo, valores que
supieron inculcar a su hija María.
Tuvo
una infancia feliz jugando y correteando por las calles y plazas de El Guijo,
pero también ayudaba en casa y en el campo a su padre (su madre murió cuando
María tenía tres años) y a sus hermanas, ya que en aquella época, como ahora,
los recursos humanos y materiales eran pocos y las necesidades económicas y
los trabajos de los agricultores muchos.
Físicamente
era de estatura mediana, muy enjuta, rostro alargado, mejillas delgadas, pelo
negro abundante muy recogido, frente algo prominente, manos pequeñas y
delgadas. Sus ojos eran negros, de mirada limpia, noble y serena, pero tan
penetrantes que hablaba con la mirada, en la que se advertían pureza,
santidad y clarividentes mensajes.
Era
de carácter dulce, amable, modesto, enérgico, vitalista, alegre, jovial,
mente clara y vivacidad de ingenio.
En
María de Jesús brillaban con esplendorosa luz las cualidades innatas de las
más célebres mujeres extremeñas, como son la austeridad, la reciedumbre, la
solidaridad, el trabajo, la equidad, el espíritu emprendedor... y el cariño
por su tierra.
Bajo
la educación sana y cristiana recibida en el seno de una familia tan piadosa,
que es la mejor escuela de virtudes, María vivió la niñez y parte de la
adolescencia por el camino de la virtud, la austeridad, la oración, la
penitencia y la entrega a los demás por medio de la excelsa virtud de la
caridad, y fue creciendo en virtudes y sabiduría, hasta que una vocación
santa y probada la hizo digna de recibir el sagrado hábito de religiosa.
Movida
por un impulso supremo a llevar vida de religiosa, profesó a los 13 años de
edad, tomando el hábito de Terciaria Franciscana, respondiendo así a la
llamada del Señor, y desde entonces, María Ruano Gutiérrez pasó a llamarse
MARÍA DE JESÚS.
Practicaba diariamente la oración
con recogimiento y meditación tanto en su Casa-Convento como en la Iglesia
Parroquial. Todos los días confesaba, oía misa y comulgaba.
Al
salir de misa visitaba a los necesitados, enfermos y moribundos para
ayudarles en todo cuanto podía, y sobre todo, les llevaba consuelo, paz y los
reconfortaba. Estas obras también las practicó los 6 años que estuvo viviendo
en Madrid, donde tuvo que desplazarse para obtener las licencias necesarias
para fundar el Convento reformado en El Guijo, que el Señor mediante
revelación le ordenó cuando María de Jesús en oración mental le suplicaba que
se hiciesen las paces en la guerra de Secesión entre Portugal y Castilla que
asolaban la comarca de Coria desde el año 1640.
Dentro
de su orden religiosa, franciscana terciaria, destacó por su humildad,
modestia, sobriedad, austeridad, brillantez de pensamiento, vivacidad de
ingenio y sabias sentencias. Fue flor de flores y fulgor de su comunidad. En
sus trabajos en comunidad sobresalía por la buena disposición, la rapidez,
rigor y temple y por coger siempre los trabajos más penosos, fatigosos y
menos lucidos. No hubo trabajos que María de Jesús rehusara, ni fatigas, ni
penalidades o enfermedades que le impidieran continuar con su perseverante
labor.
Hizo
de su vida una entrega constante a la oración a Dios y a las obras de caridad
al prójimo, procurando siempre deshacerse de las cosas del mundo y de sí
misma para lograr el amor de Dios.
Salían
de su boca tales sentencias y razones de tanto peso que dejaba a todos los
que la escuchaban enseñados en cuanto necesitaba cada uno y con renovados
deseos de servir y amar a Dios y al prójimo. Y todos cuantos la oían quedaban
prendados de su sabiduría y de la rapidez de sus respuestas y sentencias,
motivo por el cual se la conoce con el sobrenombre de la Sabia de Coria en su
comarca y diócesis.
Fue
su vida, consagrada por entero al amor y servicio de Dios y del prójimo, tan
modélica en extremo que el Señor la premió con dones tan especiales que fue
conocida y considerada en vida y después de su muerte como Sabia y Santa.
En
la práctica de la virtud de la pobreza intentaba imitar a Jesucristo. Recogía
el dinero de las limosnas que le daban en la falda para no tocarlo con las
manos y luego repartirlo con equidad entre los más pobres y necesitados.
Su
renuncia a todo lo terreno fue absoluta para poder servir al prójimo con la
esperanza viva y firme de recibir mayor fortaleza y aumento de virtudes.
Vivió tan desapropiada de las cosas
del mundo y de sí misma que hasta el deseo de tener, no tenía, porque en
realidad ¿qué deja quien se queda con los deseos de tener?.
María
de Jesús se distinguió siempre por su humildad, sencillez, bondad, rectitud,
fortaleza de ánimo, prudencia y sabiduría.
Fue
de angelical pureza y castidad, en el cuerpo y en el alma, logradas mediante
la oración ferviente y asperesísima penitencia, para que las tentaciones
tanto del mundo como de la carne no abrieran en su alma la más mínima brecha,
ni por obra, pensamiento o palabra.
Practicó
la virtud de la caridad de forma dulce, sufrida, equitativa, justa y en
silencio, movida por los deseos de servir a los demás, sin soberbia, ni
vanidad, sin intereses y sin esperar recompensa.
Hizo
de su vida una entrega constante a la oración a Dios y a obras de caridad al
prójimo, procurando siempre vencerse a sí misma para alcanzar el amor de Dios
mediante la realización de obras y servicios al prójimo con humildad y
trabajos en silencio.
Por
caridad enfermaba con los enfermos y sufría sus dolores como propios.
Practicó
la humildad estando siempre ajena a toda alabanza, a todo reconocimiento y a
todo lucimiento personal.
Para
María de Jesús todo el año era riguroso ayuno y penitencia. Dormía sobre una
corcha y el sueño era poco. Y su semblante y su cuerpo ofrecían el aspecto
del más severo penitente. Como penitencia se racionaba la bebida diaria y
llegaba a pasar sed deliberadamente, caso que resulta inédito, a pesar de las
calenturas continuas que padecía, imitando a Jesús crucificado.
Siempre
demostró tener una gran paciencia y resignación para sobrellevar tantos
trabajos, fatigas, sufrimientos y reveses de la vida.
Dedicaba
mucho tiempo y trabajos para hacer efectivos sus deseos de fraternidad,
concordia y paz entre sus vecinos deshaciendo resentimientos, juntando
familias reñidas y uniendo amigos y vecinos enconados.
Pasaba
las vigilias orando y suplicando al Señor la luz de la sabiduría para poder
acertar a servir mejor a Dios y al prójimo.
Su
grado superior de meditación alcanzado estuvo siempre acompañado de un
ascetismo (practica de perfección espiritual) extraordinario.
Era
tanto el recogimiento de su alma al Señor que no había trabajo o servicio que
no lo aumentaran. Si fregaba, pensaba en cómo se puede limpiar y lavar el
alma. Si barría, hacía examen de conciencia para expulsar de ella todo cuanto
la podía manchar. Si hacía lumbre, sus llamas le representaban las del
infierno y de los incendios de la guerra.
Fue
mujer de méritos extraordinarios y adornada de relevantes virtudes. Todo un
modelo de vida religiosa edificante que llegó a merecer ser considerada en
vida popularmente, tanto en su patria como en Madrid, como Sabia y Santa.
Sin más libros o estudios que la
oración, el recogimiento, la meditación y las instrucciones de su Director
Espiritual, con su santa figura daba consejos y pronunciaba sentencias que
eran rayos de luz a los que nadie se podía resistir.
A
María de Jesús le contrariaban las apariciones en público y el hacer visitas
burocráticas en Madrid para solicitar autorización para fundar un Convento
reformado; sin embargo lo hacía siempre que era necesario, demostrando agrado,
buen semblante y una exquisita bondad. Su atractivo y encanto personal hacían
que todos los que la trataban quedasen prendados de su sencillez, sabiduría y
trato tan natural.
Su
vida como religiosa fundadora reformadora representó el drama de la mujer
intelectual nacida antes de tiempo en un mundo masculino que no estaba
preparado para reconocer sus innumerables dones como persona y que por el
mero hecho de ser mujer fue en ocasiones discriminada. De haber sido hombre,
María de Jesús estaría incluida entre los Sabios de su tiempo, porque méritos
y prestigio le sobraron.
El
ser una monja que actuaba, aunque sin desearlo, como centro de la actividad
religiosa y sociocultural de su época en Cáceres, Salamanca y Madrid también
le creó no pocas envidias de sus contemporáneos que María de Jesús supo
llevar calladamente sobre sus espaldas. Vivió tan adelantada a su tiempo que
en su vida se recogen pasajes en defensa de la igualdad de los derechos de la
mujer, de la conservación de la naturaleza, protección de los animales y los
beneficios sobre la salud de una dieta rica en hierbas, vegetales y frutos
naturales autóctonos.
El
biógrafo de María de Jesús, Reverendísimo Padre Maestro Fray Francisco de
Arcos, Calificador del Consejo Supremo de la Inquisición, Predicador y
Teólogo del Rey, Provincial de la Orden de la Santísima Trinidad, Catedrático
de Prima de la Universidad de Toledo y Examinador del Arzobispo de Toledo, al
citar alguno de los muchos ilustres seguidores y devotos de la Sabia de
Coria, habla del Padre Tapia diciendo de forma sucinta:
"El
Maestro Fray Pedro de Tapia de la Orden de Santo Domingo, natural de Galisteo
(Cáceres), Catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) y
después Arzobispo de Sevilla - persona muy influyente en su tiempo- llegó a
El Guijo y comunicó con María de Jesús y dio gracias a Dios por hallar entre
aquellos toscos y silvestres campos, flores de tanta hermosura, y buen olor
de virtudes como tenían María de Jesús y sus compañeras. Ponderó - también-
el concierto y armonía que encontró a los vecinos de El Guijo tanto en la
Iglesia como en el campo que le llevó a decir:
"Más
quisiera poderme estar aquí aprehendiendo de tan dichosas, y bien criadas
almas, que en cuantas Cátedras y puestos tiene el mundo”.
A
la Casa-Convento de María de Jesús en Guijo de Coria acudían sus vecinos a
refugiarse y orar por la paz durante los años de la guerra entre Castilla y
Portugal, y también lo hicieron, la última vez, en la guerra civil española
(1936-1939), por lo cual algunos autores han llamado a la Santa de El Guijo,
la "Santa de la Paz".
Su humilde celdica desprendía un
olor especial que todos los que la visitaban percibían y contaban que era
superior al que desprenden los aromas más dulces y suaves. Casa de Dios
conocían todos que era aquella celdica, y que Dios asistía a María de Jesús
en la soledad, enfermedades y dolores que padecía, ayudándola con favores
extraordinarios para soportar su pasión y sufrimientos.
María
de Jesús y sus compañeras hicieron compatible la oración en su Casa-Convento
con la vocación de servicio a los demás, comunicándose directamente con la
sociedad en la que vivían, dando ejemplo real de humildad, pobreza y servicio
al prójimo, viviendo de limosna, sin tener nada propio, muy al contrario de
los conventos fundados con cuantiosos bienes patrimoniales y que percibían
saneadas rentas. María de Jesús era sencillamente una pobre por convicción,
que había abandonado sus bienes familiares para limitarse a vivir el
evangelio al pie de la letra.
Llevados
por la fama de su sabiduría y sus virtudes se acercaban muchas personas de
todas partes y condición a la Sabia de Coria en demanda de consejos,
sentencias y socorro. A todos atendía y todos decían después de verla,
tocarla y escucharla que era sabia y santa y atribuían a su intercesión
hechos milagrosos y profecías.
Decía María de Jesús a sus compañeras que cuando Dios habla al alma queda
para siempre una certeza y seguridad tan grande de lo revelado que, aunque
las cosas luego se desarrollen por otros caminos de lo que entendió, piensa
el alma que ha sido porque Dios habrá buscado otros medios para conceder lo
revelado, de acuerdo a sus designios que son secretos y que el ser humano no
entiende y que en ese momento en que lo concede segurísimo que es mejor y más
necesario.
Y
así ocurrió con la revelación que tuvo María de Jesús, donde Dios le pidió
que fundase en El Guijo un convento reformado para que se formasen almas
cristianas que orasen pidiendo la paz, pues al poco tiempo de ella morir el
Obispo de Coria, D. Antonio Fernández del Campo, convirtió la casa donde
murió María de Jesús en Oratorio, que era en ese momento lo mejor y más
necesario para los designios secretos de Dios, y la guerra que tanto preocupó
a María de Jesús entre Castilla y Portugal terminó con la firma de la paz y
con unas relaciones de buena vecindad cada día más fraternales.
Poseía
unas virtudes humanas extraordinarias que, por impregnar toda su persona,
eran fáciles de apreciar externamente. Sobresalió tan notoriamente por sus
altas virtudes y misticismo que con sus pláticas y escritos se puede escribir
un verdadero libro de mística.
Tuvo
revelaciones y arrobos (éxtasis) que intentó comunicar y dar a entender a sus
compañeras y confesor, pero le resultaban indecibles porque le fallaba el
lenguaje humano para decir lo que sintió en el instante supremo de la unión
transformante con Dios en el cual los sentidos y potencias del cuerpo se
apagan y el tiempo y el espacio no cuentan.
María
de Jesús, al publicar que tuvo revelaciones de Dios y arrobos (éxtasis) y
hacerlo creíble, demostró tener una gran disposición y valentía, porque era
un alma sencilla y humilde.
En
uno de estos arrobos, pensaron sus compañeras que María de Jesús agonizaba y
llamaron al Director Espiritual que le dio la Extremaunción por presentar un
desusado temblor de cuerpo que consumía sus flacas y debilitadas fuerzas.
Tenía el cuerpo helado cubierto por un sudor pegajoso, el pulso se suspendía
y parecía que la respiración le faltaba. De los arrobos salía su cuerpo como
si no le hubiese pasado nada y su alma volvía con más deseos de padecer, de
no ofender a Dios, con más ansias de humillarse, más enamorada de Dios,
sedienta de trabajos, con más luz para alejarse de engaños del enemigo y
también con más olvido de las cosas del mundo y purgación de los apetitos
naturales.
El
maestro Fray Francisco de Arcos, biógrafo de la Sabia de Coria, la retrata al
final de su obra como sigue:
"VEMOS
A ESTA LABRADORCICA CRIADA DESDE NIÑA EN LA VIRTUD, PENITENTE, SUJETA, OBEDIENTE,
CASTA, RECOGIDA, CELOSA DE LA HONRA DE DIOS, AMBICIOSA DE TRABAJO, AYUNADORA,
LABRADA POR ENFERMEDADES, SUFRIDA, HUMILDE, SIN MELANCOLÍAS QUE LA
ENTRISTEZCAN O LA TRASTORNEN, SIN VANIDADES, REGALÁNDOSE CON LOS DESPRECIOS,
DE ENTENDIMIENTO PROFUNDO Y SENCILLO, DE VOLUNTAD LIBRE Y QUE BUSCA A
PERSONAS SABIAS EN SALAMANCA Y MADRID PARA QUE LA EXAMINEN Y CONTARLES
FRANCAMENTE LOS SECRETOS DE SU ALMA SIN QUE NINGUNO LA CORRIJA Y QUE TODOS SE
LOS APRUEBEN."
"SUS
ÚNICOS DESEOS SON RECOGER ALMAS QUE SIRVAN Y ALABEN A DIOS EN EL CONVENTO QUE
FUNDE, QUE SE ACABEN LAS GUERRAS EN LAS QUE TANTAS ALMAS PELIGRAN, QUE SE
DISPONGAN LAS PACES Y QUE LOS DESVELOS Y MEDIOS QUE SE APLICAN A LA GUERRA SE
ENCAMINEN EN CONSEGUIR LA PAZ."
"VEMOS
QUE PROFESA POBREZA Y DESPRENDIMIENTO DE TODO CUANTO TIENE EL MUNDO DE GUSTOS
E INTERESES, QUE OBEDECE RENDIDA, RISUEÑA CALLA, DULCE RESPONDE, COMPASIVA
CONSUELA, CARITATIVA AMA Y ENEMIGA DE SU CUERPO LO MALTRATA. QUIERE A DIOS Y
DESEA EN TODO HACER SU VOLUNTAD."
Padeció
muy graves, dolorosas, continuas e incapacitantes enfermedades, viviendo más
de 15 años abrazada a la cruz de sus martirizantes enfermedades hasta el
momento de su muerte a los 50 años de edad, soportándolas con tal resignación
y fortaleza de ánimo que incluso pedía más sufrimiento y lo ofrecía a Dios
como penitencia y mortificación por la salvación de las almas y el fin de la
guerra entre Castilla y Portugal. Decía que las guerras con todas sus
secuelas son el peor enemigo de la humanidad y la convivencia en paz es lo
mejor para alcanzar la justicia y el bienestar, desarrollo y crecimiento de
los pueblos. Las enfermedades y dolores no le impidieran continuar con obras
y servicios de amor a Dios y al prójimo.
Murió
María de Jesús el 26 de diciembre de 1.666, festividad de San Esteban, patrón
de El Guijo, y estamos seguros que en la muerte encontraría el merecido
descanso y la paz de Dios por todo el amor, obras y buenos ejemplos que dio y
nos dejó, pasando a gozar el premio de los elegidos por Dios con su alma
cargada de méritos y virtudes que le hicieron ganar fama de Sabia y Santa. Y
como delicada flor que fue en vida, nos dejó el perfume de sus virtudes y las
semillas de sus obras de servicio a Dios y al prójimo.
El
Guijo, Coria y todos los pueblos de la comarca, bien pueden gloriarse de esta
insigne figura histórica, tan digna de ser estudiada y popularizada para
imitar los buenos ejemplos de su vida edificante y conocer sus consejos,
sabias sentencias y sus rápidas respuestas que causaron admiración a
Catedráticos de las Universidades de Salamanca, Alcalá de Henares y Madrid;
Generales y Provinciales de las más importantes Ordenes Religiosas; varios
Arzobispos y Obispos de Castilla y Andalucía; todos los Ministros y
Consejeros del Reino y hasta el mismísimo Rey de España Felipe IV, su esposa
Isabel de Borbón y la Infanta que llegó a ser Reina de Francia. Tanta
sabiduría y prudencia en boca de una sencilla labradora sin ninguna clase de
estudios, consiguió ganarse la fama de sabia entre los cortesanos, órdenes
religiosas, catedráticos e intelectuales de Salamanca, Madrid, Alcalá de
Henares, Cáceres y superiores de la diócesis de Coria, y de ahí que empezara
a conocérsela con el sobrenombre de la Sabia de Coria aunque era natural y
vecina del pueblo de El Guijo donde aún se conserva en pie su Casa-Convento
que puede visitarse.
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